De un lector de Sherlock Holmes
Acabo de leer "nunca fui más feliz que leyendo a Sherlock Holmes" y me pegó en seco. Me pegó fuerte. Le dio una palmadita en la espalda al gordito de 11 años que aquel verano se peleaba con las baterías de la linterna (Rayobac), escondido entre la cama y la pared para seguir leyendo a deshoras en casa de los abuelos. Que se “robaba” el diccionario familiar por las noches para no tener que esperar horas para poder preguntarle qué significaba “circunspecto” al primer adulto desmañanado que me encontrara en la casa.
Volaba de Londres a las llanuras de Utah a la velocidad de un pase de página.
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